lunes, 6 de abril de 2009

FOR THOSE ABOUT TO ROCK

Hola a tod@s: Hoy en el blog escribimos todos los que alucinamos hace poco más de 24 horas con AC/DC.
Jonan:
Que pasada tíos, tengo todavía los pelos de punta. Impresionante cañonazo de sonido el que recibimos el sábado. A tope de gente (incluso demás), entregados desde el primer rift de guitarra. Vamos no hay palabras para definir lo que allí se vivió.
Enhorabuena a todos los que conseguimos entrada. Sé que nunca lo olvidaremos.

Iñigo:
Lo de ayer fue absolutamente impresionante. Sigo repasando el concierto en mi cabeza continuamente. Difícil de olvidar... además un continuo pitido en mi oído izquierdo (ya veremos en qué acaba) no me permite siquiera tener la tentación de pensar en otras cosas. Y es que algunos locos nos pusimos en pista, casi en primera fila, con lo cual, además de recibir de forma directa los impactos brutales de los tropecientos mil vatios de sonido que se disparaban desde apenas unos metros, salimos de allí como si hubieramos jugado un partido de rugby del seis naciones.
Lo dimos todo, vamos, y fuimos recompensados.
Qué seríamos sin el Rock&Roll!!!

Markos:
Cuando escuchaba AC/DC en cintas de cassette (los más jovenes no saben qué es éso) siempre me volvía loco saltando encima de la cama de mi habitación y, por supuesto, haciendo unos solos de guitarra acojonantes (a veces con mi fender "raqueta" stratocarter y otras veces con mi Gibson Mod. Invisible). En el 92 me compré el doble directo en vinilo (ésto también está un poco pasado jeje) y nunca me hubiese imaginado que 17 años despues viviría ese vinilo en persona.
Angus Young estuvo poseido las dos horas de concierto, es increible el sonido que saca de la guitarra y no logro (tampoco quiero) sacarme de la cabeza los acordes de guitarra y los gritos de la gente cuando empezó "THUN-DER!!!! AAAA AAA THUN-DER!!!!!" por no hablar de T.N.T.,... en fin, irrepetible.
Sin duda el Rock&Roll hace que este mundo sea mucho más fácil de digerir.

Las fotos que han aparecido hasta hora son de Jonan, eskerrik asko.
Os dejo con la crónica del DEIA que creo que es muy buena.

Una locomotora rock arrolla al BEC
la mítica banda hace felices a 16.000 personas con un espectacular show. Ofrece dos horas de fuerza sonora con sus clásicos y los temas de su último álbum.

AC/DC arrolló anoche al BEC. Su estructura seguro que tiene hoy alguna grieta tras la demoledora sesión de rock´n´roll de alto voltaje que tuvo que soportar ayer durante casi dos horas. El grupo australiano, liderado por la guitarra de un Angus Young eléctrico e incansable y un efectista show que descansa en el poder de unas canciones legendarias y variados trucos circenses, se llevó por delante a los 16.000 apasionados seguidores.
El guión estaba escrito. Iba ser una noche de alto voltaje eléctrico y en el BEC, especialmente en las primeras filas, se congregaba peña muy joven y cincuentones que descubrieron a la banda cuando el malogrado Bon Scott todavía se ocupaba del micrófono. Mileuristas compartían camisetas infernales, chupas de cuero y birra, hombro con hombro, con parados y ejecutivos. Y es que AC/DC es un grupo democrático. Gusta a todos. Su música, tozuda y macarra, pone a casi todo el mundo de acuerdo. La banda salió a tope, pisando el acelerador. Como la locomotora de tamaño real que acabó en el escenario, tras una proyección de dibujos animados de alto contenido sexual. Su sección rítmica, especialmente un bajo percutivo y galopante, y el riff seco de la guitarra rítmica del famélico Malcolm Young se encargaron de proporcionar el carbón y la energía a la máquina del quinteto desde el inicial Rock´N´roll train. La cosa iba en serio. En la segunda descarga, Hell ain´t a bad place to be, se advirtió ya de que conducir ese peligroso tren es cosa de Brian Johnson, con su sempiterna pinta de camionero macarrilla y su voz en grito, con regusto a lija, calado con su gorra hasta las cejas, y de, !cómo no!, Angus Young, esa bestia parda que, seguro, podría, a sus 54 años y apenas medio centenar de kilos de peso, correr varios maratones seguidos. show A pesar de contar con un escenario colosal de 25 metros de boca y un juego de luces impresionante, bien acompañado por una efectiva realización en las pantallas de vídeo, de proporciones hercúleas, las canciones lo fueron (casi) todo en el concierto. Como en todos. Proyectado por un sonido de 200.000 watios que tiró de espaldas a las primeras filas en Back in black, Angus, de colegial como siempre, inició con Dirty deeds done dirt cheap sus carreras continuas, sus "pasos de pato" y, acompañando a Brian, sus subidas y bajadas por la pasarela que comunicaba con la pista. Todo fue grande. Y la peña alucinaba. Las pantallas, el sonido, el despliegue de Angus (un tercio payaso con dotes malabarísticas, atleta y músico que hizo retorcerse de placer al BEC), todo contribuyó a convertir la noche en mágica. Fueron cayendo Shot down in flames, Thundertruck... y The Jack. Ahí, los cuernos (de los dedos y los fosforitos rojos), los puños en alto, los solos imaginarios de guitarra y la baba coparon el protagonismo. Angus montó su numerito habitual de striptease, en el que mostró sus calzoncillos, logo incluido del grupo.
En Hell bells, Brian se colgó de una campana gigante e infernal, recordando viejos tiempos. Y nuevos, ya que les siguieron dos de los mejores temas de su último disco, War machine y Anything goes, que la peña celebró al igual que los clásicos. Y hasta el final, munición de la buena. Una lluvia de dinamita australiana de alto voltaje que se inició con TNT, entre tremendas llamaradas en la pantallas, y dejó sin aire a la peña con Whole lotta Rosie, esa chica lasciva y bien dotada que se hizo carne en una muñeca de aire de varios metros de altura y pechos estratosféricos, y con Let there be rock. Puro rock. Y lo dejaron patente en la traca final de los bises con dos trallazos incuestionables, con Angus sin dejar de maltratar y hacer aullar a su guitarra tanto como Brian, saltando, contorsionándose, dando vueltas sobre sí mismo o elevándose en una plataforma sobre el suelo, dando caña de la buena. El primero, Highway to hell, que dejó roncos a los pocos que aguantaban con la garganta en buen estado. El segundo, ese saludo rockero que es For those about to rock. Un disparo de hard rock titánico con dinamita incuestionable. Como el de los trallazos del cañón que acompañó al grupo al final. De traca, desde el principio al final. Con los oídos taladrados y las piernas temblando, fue el turno del reconocimiento. De la sonrisa estúpida. De dar las gracias a un grupo cazurro y básico, sí. Una banda primaria que no sabe/quiere evolucionar. ¿Para qué? Lo suyo se basta y sobra para hacer felices a miles de personas. Anoche, a 16.000.

No hay comentarios: