La semana pasada nos juntamos unos cuantos viej@s rocker@s (Adolfo, Jonan, Iñigo, Ramón,...y servidor) para volver a disfrutar de AC/DC. El año pasado pude disfrutar de estos fenómenos en el BEC y me dejaron tan impresionado que he decidido repetir. Esta vez el espectáculo ha sido más impresionante ya que era en San Mamés y volvieron a estar increibles.
Os dejo con la crónica del Correo Digital y con las fotos del que ya es oficialmente uno de los reporteros gráficos de "Jone crece", gracias Jonan. Markos
AC/DC pasa a la historia en Bilbao
37.000 personas en San Mamés para ver el último concierto de la banda tras casi dos años de gira por el mundo. Inenarrable
«Hola Bilbao. Hemos venido a tocar rock and roll», saludaron los líderes de la banda.Asistimos anoche a un concierto que, seguramente, pasará a la historia por varias razones. La primera: es posible que nunca más se reúnan otra vez los miembros de la banda que ayer vimos en Bilbao. La segunda: al viejo San Mamés, objetivo de la piqueta en el futuro, se le acaban las ocasiones de convertirse en auditorio mundial del mejor rock. El tiempo resolverá ambas incógnitas.
Pasaban veinte minutos de las diez y la gente silbaba. No podía esperar más. En ese momento, una traca reventó San Mamés y empezó el espectáculo, mientras cientos de cuernos rojos alumbraban como luciérnagas el recinto y la gente lanzaba los puños en dirección al escenario. Angus Young y Brian Johnson se arrancaron tan provocadores como de costumbre y clavaron el tema 'Back in black'. Volumen brutal y rock del bueno. «Hola Bilbao», saludaron en castellano, para luego advertir en inglés que habían venido «a tocar rock and roll». La comunión con el público iba alimentándose a base de guiños, como el anuncio de Brian: «Vamos a tocar algo especial para Bilbao». 'Dirty deeds' fue el regalo.
Era la segunda visita a Vizcaya en menos de año y medio del quinteto australiano de hard-rock y boogie-blues, que sin abjurar de sus raíces en la escena de los pubs locales de Sidney ha podido y sabido escalar hasta asentarse en el circuito global de macroconciertos. Si el 4 de abril de 2009, Angus y los suyos triunfaron ante unas 16.000 personas en un BEC baracaldés donde atronaron con su alto voltaje ensordecedor (por momentos dolía el pecho, oigan), ayer el efecto cursó similar en su encuentro en San Mamés ante más de 37.000 espectadores, pues no en vano en Bilbao se cerraba la misma gira, la del álbum 'Black Ice'.
¿La última gira?
En total han sido 168 bolos en 18 meses por cuatro continentes (África excluida). Muchos aseguran que esta será la última gira de AC/DC, pues hasta el vocalista, el bueno de Brian Johnson, confiesa que su voz se halla al límite. Él mismo lo ha confesado en la recta final de este tour. «Tengo más de 60 años, mientras que los otros miembros de la banda están entrando en los 50. Soy el perro más viejo».
Si recordamos lo escuchado en su día en el BEC, ahora se ha caído del repertorio 'Anything Goes' -el momento más bajo de ese concierto-, y lo han sustituido por su clásico 'High Voltage'. Como reconocía respecto a sus espectáculos Fito Fitipaldi cuando dio sus dos últimos conciertos prenavideños en el BEC, tales actos son de tal envergadura que resulta muy difícil (incluso contraproducente, añadiríamos) alterar el orden de las canciones, pues los movimientos están coreografiados al milímetro para maximizar las luces, las pantallas de vídeo, la pirotecnia... todo. AC/DC tiene medido y sincronizado cualquier efecto en mayor grado, pues su circo se erige sobre una parafernalia más colosal que la de Fito y ya se sabía que se arrancaría con 'Rock N' Roll Train', la canción atacada tras el espectacular (no lo tildaremos de pueril) vídeo con descarrilamiento ferroviario, exhibición carnal del sexo débil, esto, del bello sexo, y sugerencia luciferina y malota de Angus, el guitarrista y líder de la banda. Al poco, Brian Johnson saludó a sus incondicionales, que cayeron en el éxtasis.
También el común de los espectadores intuía cómo sería el final, aunque quiso disfrutar de cada momento sin desear que llegara el epílogo climático con los cañones lanzando andanadas en 'For Those About To Rock (We Salute You)'. Pum... Estos macroconciertos están tan mascados y meditados que funcionan como espectáculos temáticos con trucos de barraca (la muñeca hinchable) y momentos de adoración a la estrella roquera, como cuando Angus Young punteó en solitario en 'Let There Be Rock' para el desbordamiento de la pasión de sus fans de siempre y de los asimilados coyunturales. Fue un punteo de verdad, rápido y tosco, y se notó que AC/DC no engañan. No venden gato por liebre. Lo suyo es rock con gónadas que jalea a la idiosincrasia hedonista roquera con vicios tribales y que babea o se contonea ante las hembras (sí, así las ven ellos).
Y a pesar de todo, de su machismo lírico y de su economía de medios, en San Mamés suscitaron el interés de un gentío transversal, como logran las grandes estrellas. Un público mixto, de todas las edades, de ambos sexos, con familias enteras, moteros, pijos y macarras, y con presencia especial de la chavalería, pues el rock sesgado de los australes no pierde cariz infeccioso con el paso de las décadas y sigue convirtiendo al rock a sucesivas generaciones.
La Gibson del jabato Young
AC/DC daban el último bolo de la gira y quizás el último de una historia de 37 años en la que han vendido más de 150 millones de discos. Al acabarlo organizaban una fiesta privada con sus familias, pero antes oficiaron cercanos a su público, con profesional pose secundaria de la infalible base rítmica (el hacha del hermano Malcolm más bajo y batería), un Brian Johnson que operó más lejano que en el BEC, pero que supo sudar, graznar y arrimarse provocador desde el escenario a sus miles de fans desperdigados por el césped. Y el otro foco de atención fue para un Angus Young ajeno a las distancias físicas, pues a pesar de su pequeña estatura y su flacurrio esqueleto se movió como un jabato, armado por su Gibson SG y con el objetivo de enloquecer al más apático de las gradas.
Fueron dos horas exactas de concierto durante las cuales desgranadron 19 temas. Al acabar el espectáculo se apagaron las luces, pero la gente se quedó esperando. No hubo bises ni sorpresas. Tras cuatro minutos a oscuras, un traca ensordecedora marcó el final. La verdad es que se lo curraron.